27 de enero de 2010

¡Con 2 cojones! Peluqueras vs SGAE

En el muro de Facebook de mi amigo Nacho ha puesto un enlace a un vídeo de youtube que no tiene desperdicio „Peluqueras vs SGAE“.



Y en uno de los comentarios he leído lo siguiente:
Yo, como siempre te he dicho, cuando tú trabajes, querrás que te paguen por tu trabajo. Porque nadie, absolutamente nadie, puede trabajar gratis. Y la SGAE lucha precisamente contra eso. Lucha, entre otras cosas, para que el cine no sea gratis para todo aquel que tenga acceso a Internet.  Todo tiene un precio. Y todo cuesta dinero“.

Me ha parecido un buen momento para tratar el tema de una forma cordial y amistosa para contrastar los diferentes puntos de vista que se pueden tener sobre las entidades de gestión (su trabajo, su función, su utilidad, etc.). Los típicos comentarios que la SGAE es una ladrona o los diferentes insultos que se le suelen decir no llevan a ningún lado.
Estoy a favor que deben de haber entidades de gestión pero NO como se ha planteado y establecido en este país. Por lo tanto, la SGAE y otras entidades de gestión no cumplen ni de lejos la función que deberían.

Antes de seguir me gustaría dejar claro que no estoy aprovechando el oportunismo del informe presentado recientemente por la Comisión Nacional de Competencia, donde se critica la posición monopolística de las entidades de gestión.

Se pueden leer autores y artículos de años atrás donde ya se criticaba la mala administración y gestión de estas entidades. Por ejemplo me acuerdo que en el trabajo fin de carrera cité a Javier Plaza Penadés o J.M. Álvarez Monzoncillo. Este último autor, en la página 228 del libro „Alternativas de política cultural: las industrias culturales en las redes digitales1 (2007), habla no sólo de la poca transparencia de las entidades de gestión sino que además propone algunas medidas a tomar, como por ejemplo establecer unas normas que deberían seguir las sociedades de gestión para distribuir equitativamente las cantidades recaudadas de la compensación por copia privada .

Por otra parte, Javier Plaza Penadés reprocha la ausencia de directrices que  „establezcan qué entidad o entidades deben gestionar colectivamente esta  compensación y cómo deben repartir los ingresos del canon entre los  beneficiarios, ya que la ley no dice nada al respecto y los destinatarios de la  compensación sólo cobran si están asociados a una entidad de gestión que se  encargue de la gestión del canon2. Además, “tampoco se fija cuándo se debe devengar el pago para los beneficiarios, ni los derechos o el plazo que tienen los  autores y demás beneficiarios para reclamar a la entidad de gestión las  cantidades provenientes de su derecho, quedando todo de nuevo al arbitrio estas  entidades responsables de la gestión del cobro3.

La cuestión en sí es fácil, hay que encontrar un equilibrio entre los intereses de la industria cultural y el de los consumidores. Ojo, pongo industria cultural porque a mi parecer entre los artistas y usuarios finales hay entendimiento, pero aquí el punto en discordia reside en las grandes compañías.

El problema ya empezó desde la „gestación“ de las entidades de gestión en España. En la reforma de la Ley de Propiedad Intelectual española, aprobada por el  Real Decreto legislativo 1/1996 de 12 de abril, ya se detecta una ausencia de  directrices concretas para regular adecuadamente las funciones de las entidades  de gestión.

Sin embargo no es normal que:
  • Por ley no se indique cómo deben repartir las entidades de gestión la recaudación obtenida (Álvarez Monzoncillo).
  • El conocido canon digital, supone un injusto arancel gravando todos los sistemas de reproducción  sin diferenciar los derechos de autor bajo los que está la obra en sí.  Y a continuación pongo varios ejemplos de esta injusticia:
  1. En un CD puedo grabar un distro de Linux, música bajo licencias del tipo Copyleft (Creative Commons, Art Libre, Coloriuris, etc.) o las fotos que hice el mes pasado en un viaje.
  2. El caso del abogado Joaquín Moeckel. Reclamó la devolución del importe pagado por el canon digital de unos CDs que había comprado para copiar juicios. Al ser éstos actos públicos demuestra que no usó los CDs para copiar un contenido protegido.
  • Es un abuso que el precio de los álbums digitales pueden costar lo mismo, o tener precios levemente inferiores, al que podamos encontrar en formato físico (hablo en términos generales).
  • La polémica reforma que hay en el anteproyecto de ley de Economía Sostenible tiene detrás unos claros intereses personales. David Bravo lo resume elocuentemente cuando dice que „el quid de la cuestión de esta reforma se encuentra en que la industria no está ganando muchas demandas (de hecho, en casos de páginas de enlaces han ganado un total de cero) y de ahí la necesidad de una ley cuyo objeto no es otro que trasladar el poder de decisión de los jueces al Ministerio de Cultura4.


Entiendo y comparto que haya que pagar por lo que uno trabaje, y estoy a favor que los autor@s  recauden lo que les corresponde. Pero actualmente, conforme están organizadas las entidades de gestión, esto no es posible.

Además, también me gustaría añadir que a mi me gusta pagar por aquello que compro, no los precios que „hincha“ el canon digital y no estoy dispuesto a desembolsar el dinero que tanto me cuesta ganar para pagar contenidos culturales cuyos precios considero abusivos. Por suerte, soy libre de hacerlo.


Cada uno libremente puede aportar su opinión en los comentarios pero por favor, con respeto :D


1.  ÁLVAREZ MONZONCILLO, José M. [et al.]. Alternativas de política cultural: las industrias culturales en las redes digitales (disco, cine, libro, derechos de autor). Barcelona: Gedisa, 2007, p. 228

2.  PLAZA PENADÉS, Javier. La reforma de la Ley de Propiedad Intelectual para incorporar la Directiva de derechos de autor y derechos afines en la Sociedad de la Información. Revista Aranzadi de derecho y nuevas tecnologías, 2006, vol. 12, p. 28

3. Íbidem p.29

4. BRAVO, David. JUSTIFICACIONES ESCALOFRIANTES A LA LEY DE LA PATADA EN EL ROUTER: ES QUE LOS JUECES APLICABAN MAL EL CÓDIGO PENAL [en línea] 6 de diciembre de 2009. Disponible en: <http://www.filmica.com/david_bravo/archivos/010216.html> [Consultado: 27 de enero de 2010]

2 comentarios:

Nacho dijo...

Efectivamente. Pago encantado por aquello que me gusta. Compro películas, libros, revistas, videojuegos... Compro aquello que me gusta y que quiero que sigan haciendo (algo similar, o una saga).

El problema es que todos los que defienden esta causa (o la gran mayoría) son vistos como los "piratas informáticos" de los que se habla en la tele, que no quieren que se les acabe el chollo, y no es así.

Una película/disco/libro copiado no equivale a una venta menos. Muchísimas veces me he bajado una película, y tras verla he querido comprarla por diversas razones (mejor calidad, lo bonito que hace al tener una colección -videoteca-, extras con comentarios del director... etc).

Anónimo dijo...

Ismael, he conseguido pegar tu comentario. Muchas gracias por el esfuerzo, lucha e impetu que has tenido que librar:
Por un lado, creo que los que pagan por aquello que le gusta son una minoritaria minoría: solo aquellos que realmente disfrutan del cine y de la música. La gran mayoría es gente acostumbrada a que puedes tener ciertas cosas gratis, y entonces para qué pagar, y se bajan cualquier cosa indiscriminadamente, pero a la hora de comprar, prácticamente no comprarían nada.
Además, muchos se escudan con que "como los ladrones de la SGAE asume que los CD/DVD,reproductores y grabadoras que compro los voy a usar para bajar/grabar peliculas y música (nadie habla de los libros, ¿será que no leemos?)... si ya me han cobrado "la multa en forma de canon", pues tengo derecho a copiar y bajar lo que quiera, ¿no?"
Conclusión, menos piratería no tiene por qué significar más ganancias y ventas.

Por otro lado, es cierto que el acceso a la cultura debería de ser más asequible a cualquier ciudadano, pero también los creadores de cultura deben de percibir remuneración por su trabajo y poder dedicarse enteramente a ello, de otro modo, dejarían de producir cultura. Es la SGAE y otros organismos similares, los que tienen que disponer de los medios por velar por los derechos de los autores afiliados.

Sin ambargo, quizá el quid de la cuestión sería averiguar en qué emplea el dinero que recauda la SGAE y en qué medida y porcentajes esta recaudación revierte en los autores. Está claro que la SGAE no es una ONG y tiene que buscar ganancias como otros negocios, pero no hacerse rica ni hacer ricos solo a 50 artistas a costa de los usuarios. Veamos si el fin justifica los medios.

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